Una reflexión: Astrología

Imaginemos a las personas de la antigüedad con una visión desconcertante de cómo de pronto el sol se pierde, deja de estar radiante emitiendo su calor, evitando una posible muerte como en el período frío, sin la mínima idea de lo que es un ciclo.

Podemos inferir que en aquel entonces el desorden se presentaba en lo más básico de su vida, la comida, las estaciones del año. Era un permanentemente estar en alerta por saber qué vendría. Y a su vez, caer en olvido, porque tras pasar unos meses de calor, se olvidan los pesares de los meses fríos.

Pero imaginemos también que ciertas personas fueron capaces de vislumbrar que cuando el sol tomaba cierta fuerza hacía que las plantas se pusieran verdes. Imaginemos esa sensación de haber armado una relación. El sol tenía que ver con lo verde de la planta; y eso daba una semilla, un fruto, que saciaba la molestia del estómago de aquellas personas. Con el tiempo aquellas personas comenzaron a registrar que tras una noche bastante larga, en la que eso que era donante de vida parecía fallecer, tras ciertas ceremonias con grandes fuegos y contando historias, volvía a resurgir poco a poco. Otra relación: aquello que parece llegar a un final, resurge. De esta manera continuaban apareciendo las relaciones, hasta que en el suceder de seguir el camino del sol y establecer las estaciones se observó el ciclo del Sol.

Conocer este ciclo permitió comenzar a tener una mayor comprensión sobre lo que pasaba, entender que de donde se venía anunciaba lo que estaba por venir. Es ahí cuando obtener este conocimiento se tornaba poderoso. Podían prever, juntar leña, hacer conservas, preparar abrigo. O disponer las semillas para luego cultivar los frutos.

A partir del conocimiento cíclico comenzaban a congregar en pequeñas comunidades con desarrollos culturales sostenidos en una agrícola. Aquellos más audaces se dedicaban a observar y contemplar el cielo buscando estas relaciones que los hacían crecer en calidad de vida. Es allí donde las estrellas marcaban un orden en sus movimientos constantes. En determinada época del año siempre aparecían las mismas estrellas. Y éstas servían para orientar direcciones por fuera del recorrido del sol. Hacían que se pudieran mover de noche, esto es poder avanzar muchos pasos sobre el solo movimiento en la luz solar, lo hacían siguiendo las estrellas. Aquellos más audaces observaron que había ciertas estrellas luminosas que no estaban siempre en el mismo lugar, sino que se movían. A esas estrellas las llamaron vagabundas, planetes en griego, planeta en latín. Luego descubrieron que estos planetas solo se movían en una franja de estrellas fijas, que las asociaron con ciertos animales y sus historias para recordarlas. A esta franja las llamaron zodíaco, rueda de animales. Comenzaron así a ver cómo los sucesos del cielo tenían relación con los de la tierra. Dane Rudhyar en “El Latido de la Vida” dice

 

“La astrología es uno de estos intentos, acaso el más antiguo, o al menos el que ha guardado su vitalidad durante más tiempo, porque el dualismo del orden celeste y el desorden terrestre es, en todas partes, un hecho esencial de la experiencia humana. En el cielo todo es constante, periódico, pronosticable dentro de unos márgenes muy estrechos de irregularidad. Por el contrario, en la superficie terrestre (sea en la selva, el campo de la Edad Media o en la metrópolis moderna) existe un caos relativo, emociones impronosticables, conflictos irracionales, crisis inesperadas, guerras y peste. La astrología es un método por el cual la estructura ordenada de la luz del cielo puede usarse para probar la existencia de un orden, oculto pero real, en la superficie de la tierra, en todos los aspectos de la experiencia humana”.

 

Hoy en día, nos encontramos con que ese desorden se presenta también en la complejidad de las experiencias individuales. La búsqueda de “relaciones” nos fue llevando a desarrollar constructos teóricos y científicos que mejoran nuestra calidad de vida. Muchas veces alejarse de este orden ciclíco-estructural por la búsqueda de relaciones por sí mismas termina disparando fantasías y obsesiones que nos llevan a “sentidos” que obstruyen el fluir natural. Esto sería una carrera interminablemente agotadora por encontrarle sentido a todo lo que nos (me) pasa. Las relaciones que ignoran los ciclos estructurales, digamos el Orden, sólo responden, en última instancia, a funciones del ego. Llegamos a ciertos tiempos en donde nos pusimos por fuera del ciclo, creímos “haberle ganado”. Pero no se trata de juzgar la búsqueda de relaciones, sino de rendirnos (aceptar sinseramente) a los ciclos para que nos brinden un saber que nos permita liberarnos.

A estos ciclos, que son también personales, la Astrología nos permite descubrirlos a través de la Carta Natal. Una de las leyes universales de las que habla el Kybalion es la de vibración. En el momento que nacemos y tomamos nuestra primer inhalación, todo lo que pasa en el universo (que está en vibración) ingresa en nosotros y se graba en nuestro cuerpo-mente-alma; y en nuestra exhalación modificamos con nuestra presencia todo lo conocido hasta el momento. A esta danza de nunca acabar el hinduismo la llama la danza de Shiva y Shakti, que están en permanente creación y destrucción.

La Astrología, al ser un camino de auto-conocimiento, es por esa razón, a mi entender, un camino espiritual. No se trata de ir a conectar o re-conectar, o re-ligare como dice la religión. Es más bien un camino de recordar. Somos parte de un sistema mayor, que nos trasciende, tanto en linea ascendente como descendente y más allá de tener o no hijos biológicos. Es recordar que somos parte de este sistema que nos influye y al cuál influimos. Es un camino de recordar nuestro lugar. Como dice nuevamente el gran astrólogo occidental del Siglo XX, Dane Rudhyar, en su libro “Planetarización de la Consciencia”:

“El Ser humano que es verdaderamente libre no hace elecciones;
él hace lo que debe hacer”